La última esperanza

Fuente: Creative Commons.

De Yuriko Trinidad (@yurikotrinidad)

Veinticinco años han transcurrido desde que vi un árbol por última vez. 

¿Qué ocurrió? Estos se desvanecieron, se escondieron después de que el último incendio los azotara y la última tala casi los extinguiera. Ahora, las cosas son distintas: cultivamos las plantas de manera in-vitro ya que pudimos obtener un banco de germoplasma gracias a los científicos y gobiernos que fueron conscientes de que esto pasaría. 

Todo se hace con sumo cuidado, hoy las plantas son más valoradas, hemos tratado por varios medios de adaptarlas al exterior, pero cada vez se nos hace más complicado, las condiciones climáticas día a día son más adversas. La vida fuera de este recinto es dura, no podemos salir, no podemos vivir sin que los estragos de la partida de los árboles haga mella en nosotros. Los que estuvimos antes del incidente somos los que más extrañamos sentir la brisa en nuestros rostros.

Los niños que nacieron tras la catástrofe sólo pueden imaginar cómo es sentir las hojas secas bajo los pies. A través de historias han podido inferir lo que pasó. Se fue la flora, bastó poco tiempo para que pereciera también la fauna. Nosotros somos los únicos que quedamos, sino fuese porque estamos dentro de estas cuatro paredes ya hubiéramos muerto. Trato de entender qué nos trajo aquí, por qué las personas no comprendieron la magnitud de lo que se aproximaba. Si hubiéramos hecho algo más para salvarlos, ellos y todo lo que viene con ellos estarían aquí. 

Espero que podamos encontrar alguna forma de repoblar el mundo, no con nosotros sino con plantas y animales. Dependemos totalmente de ellos para vivir. En un punto creí que nuestros esfuerzos serían suficientes para que no murieran. Me equivoqué.


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